SOY PROFESOR DE SECUNDARIA.
Yo
soy profesor de Secundaria, y además de la pública, y no siento
decirlo. De hecho, estoy orgulloso. Por cierto, también lo estaría, y
por las mismas razones, si fuera maestro de Primaria o de Infantil.
Aunque
los medios de comunicación digan que no trabajamos, “como todos los
funcionarios”, aunque nuestra alegre consejera piense que, para lo que
hacemos, podríamos realizarlo en cualquier tipo de estructura física u
organizativa. Pese a que el neoliberalismo brutal en el poder haya
cargado contra nuestra profesión, nuestras condiciones de trabajo y
nuestros medios de vida. Pese a las privatizaciones, más o menos
encubiertas, la acumulación por desposesión, la masificación de las
aulas, la “indisciplina” de los chavales, la obsolescencia de las
directrices pedagógicas de Ministerio y Consejerías.
Pese a todo ello: soy profesor de Secundaria, y estoy orgulloso.
Y les diré por qué:
Porque
pese a todas las dudas y las dificultades, a todas las limitaciones, a
la degradación en que las consejerías han hecho sumergirse a la escuela
pública; pese a las tentativas de privatización; a los miles de despidos
de estos dos últimos años (pues eso es, en definitiva, no volver a
llamar a un interino); pese a todo ello: nosotros si hacemos un trabajo
útil para la sociedad. Extendemos el conocimiento más allá de los
cenáculos del poder y la riqueza (justo lo que no quieren ni el poder ni
la riqueza), enseñamos y aprendemos en común con las generaciones más
jóvenes, colaboramos en el desarrollo de las potencialidades y la
creatividad de las personas que nos rodean. Ciertamente, no todas las
“profesiones” sufragadas con el erario público pueden decir lo mismo (y
no me estoy refiriendo a los funcionarios de carrera, precisamente).
Hay
quien sólo miente y engaña para vivir, y vive mucho mejor que nosotros.
Nosotros, compartimos el conocimiento pese a la sociedad de clases,
pese a las diferencias de nacimiento y de riqueza, pese a la feroz
oleada de desposesión del capitalismo.
Es
difícil trabajar en las aulas. Y más si hay que hacerlo sin los medios
ni la organización adecuada. Hay quien quiere convertir la enseñanza en
un ámbito degradado y en decadencia para poder hacer negocio privado con
los derechos ciudadanos. Hay quien quiere convertir las escuelas en
simples aparcaderos de parados, en lugares sin identidad donde se
hacinen las nuevas generaciones, convenientemente sometidas al asalto
televisivo, al impacto de una cultura de consumo que sólo pretende
embrutecerlas para que las diferencias de clase puedan volver a ser cada
vez más diáfanas.
Pero nosotros y nosotras nos
vamos a oponer a todo eso. No sólo porque tenemos todo el derecho a
luchar contra la degradación de nuestras condiciones de vida como
cualquier otro trabajador. Sino porque, además, nuestra labor se
desarrolla en un ámbito esencial para la convivencia ciudadana, para la
conformación de una sociedad realmente democrática donde el conocimiento
sea compartido, y no el privilegio de unos pocos.
Por todo eso: soy profesor de Secundaria, y resulta que estoy orgulloso.
Y aún diré más: lo cierto es que soy profesor de Formación Profesional.
José Luis Carretero Miramar.
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