13 de octubre de 2009

DECÁLOGO DE ACTITUDES INTERCULTURALES PARA EDUCADORES

1. Todos los niños son igual de listos.

Puede ocurrir que el hecho de que una persona no comprenda la lengua que le hablamos o lo haga con dificultad nos lleve a pensar que necesita aprendizaje de más cosas, que tiene otras carencias. Inconscientemente tendemos a pensar, por ejemplo, que las lenguas africanas de tradición oral son más simples que el castellano y por eso las personas que las hablan son menos listas. Eso no es cierto, tienen una estructura lingüística distinta, pero igual de compleja y sirven para comunicarse con la misma eficacia que las lenguas con alfabeto escrito.

Tenemos que asegurarnos de que los niños han entendido lo que esperamos de ellos, sin hacer distinciones entre ellos.

2. Los niños te van a enseñar mucho.

El aprendizaje de cualquier cosa se basa en el intercambio. La mejor manera de enseñar es estar dispuesto a aprender también de la persona a la que estás enseñando.

Tendemos a obviar y restar importancia a las aportaciones culturales minoritarias. Como no mostramos interés, la persona termina inhibiéndose y no nos enseña. Eso, en el caso de los niños, puede generarles cierto rechazo a la cultura de sus padres, al no verla valorada en la misma medida dentro del colegio que la del resto de compañeros. Les terminará pareciendo inferior y les puede generar conflictos internos.

Tenemos que preguntar, cuando proceda, cómo hacían esto que estamos enseñando en el pueblo de sus papás, cómo se dice en su lengua de origen… y estar dispuestos a aprender de todos los alumnos por igual.

3. No hay un “nosotros” y un “ellos”.

Todavía estamos acostumbrados a considerar a los hijos de personas inmigrantes como extranjeros y se habla de “nosotros los españoles” frente a “ellos, los africanos, los del Este, los…”.

Debemos cuidar, por tanto, nuestro lenguaje y la forma en que hablamos de los alumnos en general, porque todos son “nosotros”.

4. Debemos apoyar la construcción de la identidad personal de cada niño.

Todavía hay quien piensa que existe una sola manera de ser “un buen español, madrileño,...” y que el objetivo del sistema educativo es conseguirlo. Pero, aquí y ahora, el hecho de ser un buen español debe ser compatible con el de ser musulmán, haber nacido en Argentina, tener unos padres chinos o hablar en rumano en casa.

Ninguno de ellos debería ser considerado por estas circunstancias un español de segunda clase o directamente un extranjero. Sólo así les ayudaremos a una construcción identitaria crítica, libre y responsable que se prolongará a lo largo de su vida.

Para ayudar a los niños a construir su identidad es importante que busquemos puntos de contacto entre el universo y la cultura familiar y la escolar, desde la clave de los valores transculturales y el aprendizaje mutuo.

5. Hay que evitar los juicios temerarios y a priori sobre las familias de los alumnos.

Es fácil que nos montemos una película equivocada de cómo son y cómo viven las familias extranjeras, partiendo de rumores, generalizaciones, interpretaciones erróneas y etnocéntricas de lo que percibimos como “comportamientos extraños”, desde el prisma de los estereotipos sociales existentes sobre los grupos minoritarios.

Una vez que nos formamos un juicio de valor, se enquista en nuestra mente y es difícil modificarlo, porque no nos cuestionamos su validez ni siquiera cuando vemos ejemplos concretos de casos que no actúan de acuerdo a lo que “esperaríamos de ellos”. Más bien creemos que esos casos son excepciones que confirman la regla.

Es conveniente que mostremos curiosidad y nos informemos (leyendo o en contacto directo con la realidad) sobre el concepto del espacio y del tiempo en las diferentes culturas, el concepto del honor, la educación, el valor de la familia y tantas otras cosas para entender el porqué de algunos comportamientos de las familias que hasta ahora o no comprendíamos o interpretábamos erróneamente.

Es mejor que asumamos nuestra ignorancia inicial y estemos dispuestos a aprender cómo son y cómo viven nuestros alumnos sin hacer juicios previos. Y no olvidar nunca, nunca, que la diversidad dentro de un mismo grupo social puede ser más acentuada a veces que la diversidad entre diferentes grupos, por lo que no hay que hacer generalizaciones.


6. Debemos reflexionar sobre nuestras actitudes.

El etnocentrismo está presente en todas las personas de todas las culturas, puesto que nuestras escalas personales de valores se han construido desde una perspectiva cultural, social y personal determinada. El mundo es según el cristal con el que lo miramos y caer en la cuenta de esto es el primer paso para superarlo y cambiar expresiones y actitudes cotidianas inconscientes.

Es importante tomar conciencia y reconocer en nosotros mismos posibles actitudes excluyentes y discriminatorias, que pueden darse sin que seamos conscientes de las mismas al aplicar escalas de valor etnocéntricas.

Si después de un comentario o acción caemos en la cuenta de que ha sido desafortunado, lo mejor es aprender para la siguiente vez y poner cuidado en no repetirlo.

7. Tenemos que aprender a no justificarnos.

Las personas solemos explicar, justificar y legitimar nuestros comportamientos, sean los que sean. Esto nos puede llevar a justificar las desigualdades sociales basadas en la diversidad cultural, porque veremos a los marginados como responsables de su marginación por el hecho de empecinarse, con insólita e incomprensible tozudez, en seguir perteneciendo a culturas desadaptadas, no democráticas, descontextualizadas, etc.

El dicho “donde fueres haz lo que vieres” es útil para aspectos muy concretos de la formación de los niños, pero no para justificar la exigencia a los extranjeros de que cambien sus costumbres personales (¿O a caso estaría dispuesta una mujer occidental, cristiana, a vivir en Afganistán con burka y costumbres islámicas?).

Podemos ayudar a la integración si aprendemos a no justificar los comportamientos de la cultura mayoritaria frente a las minorías, sean del tipo que sean, pidiendo respeto mutuo y comprensión para que cada persona se sienta libre, respaldada y sin imposiciones gratuitas.


8. No todo vale.

No todas las costumbres culturales son buenas y respetables por igual. No podemos caer en la trampa de respetar, por ejemplo, las costumbres si se llevan a cabo “en su tierra de procedencia” (ablación, discriminación de la mujer…). El respeto a los derechos humanos es nuestro referente y en él tienen que enmarcarse todas nuestras acciones. Si observamos actitudes o comentarios acerca de prácticas no aceptables (machismo, violencia…), debemos censurarlas, explicando porqué lo hacemos y porqué no están bien, vengan de donde vengan las personas que las realicen.

La Declaración de Derechos Humanos es nuestro referente y todo comentario o actitud en contra de los mismos no puede pasarse por alto.


9. Debemos esforzarnos por cambiar.

Podemos esforzarnos por cambiar aquellas actitudes generadoras, o cómplices, de los procesos de exclusión, mediante el reconocimiento cotidiano de la igualdad de hecho y de derecho de todos los seres humanos.

Es una tarea nada fácil: mejorar día a día la coherencia entre nuestras convicciones y nuestras actuaciones. Es un proceso de pequeños cambios, pero si somos conscientes de él, se va a llevar a cabo.


10. Podemos ayudar al resto a que cambie.

Para que una educación cívica, intercultural y antirracista sea posible es indispensable que la mayoría de las personas que intervienen en la educación de los niños estén dispuestas a entrar en un proceso de formación y transformación personal. Sólo así será efectiva la lucha a favor de la diversidad y contra todo tipo de racismo, segregación o legitimación de la injusticia.

Con nuestra manera de actuar, sin dar cancha ni seguir el juego a comentarios desafortunados de otras personas, haciendo comentarios constructivos sobre los mismos ayudaremos al resto a cambiar.


Fuentes: CEIP Recarte y Ornat (Zaragoza), Cuaderno Intercultural y aulaintercultural

1 comentario:

Cuaderno Intercultural dijo...

Patxi, muchas gracias por compartir este decálogo imprescindible y gracias también por la mención a nuestro trabajo.
Un saludo